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DAIANA MORGAVI

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  • Sep 18
  • 6 min read

Maderas Morgavi

ROBERTO CUITIÑO


Tenía pensado estudiar Comunicación cuando terminara el liceo, pero la vida le jugó otra carta. Se encargó de cuidar a su madre, quien falleció cuando Daiana tenía casi 21 años. Sin ninguna idea de cómo llevar adelante una empresa, decidió que su camino laboral estaba con la familia. En esta entrevista, comparte cómo fueron transformando un emprendimiento barrial en un aserradero consolidado, y qué quiere aportar a Adimau.



¿Cómo nació Maderas Morgavi?


La historia de nuestra familia está marcada por el esfuerzo y por la determinación en salir adelante. Mis padres, Rosa y Juan José, tuvieron almacén, luego un puesto de frutas y verduras, y en un momento mi padre se dedicó a hacer fletes en el Mercado Modelo. La gente le empezó a pedir cajones de madera y entonces todos en la familia aprendimos a hacerlos. De a poco nos fueron pidiendo tablas y otros productos de madera. Así surgió una pequeña barraca como emprendimiento familiar, ubicada frente a donde vivíamos, en Lezica, pero el barrio había sido decretado zona residencial y tuvimos que mudarnos para poder crecer.


¿Cuándo y cómo dieron el salto al aserradero?


Un colega le sugirió a papá instalarse en Rivera, porque veía oportunidades. Yo no quería saber de nada con irnos para allá, pero mi padre y hermano, Álvaro, fueron muy audaces y decidieron instalar en Tranqueras un aserradero. Cuando en 2011 compramos el terreno, no tenía ni luz, ni agua, ni nada. Entre los tres fuimos armando todo. Todo siempre fue muy sacrificado: ellos armaron todas las máquinas, las soldaron, las pegaron, las planearon, las copiaron. En realidad, todos los aserraderos de este país fueron prácticamente hechos por sus dueños. Este rubro es bastante pesado y entre colegas nos vamos ayudando: “Yo lo solucioné de tal manera”, “Compré en tal lado”, “Soldé un fierro acá”...


¿Cómo organizaron el trabajo estando divididos entre Rivera y Montevideo?


Al principio yo viajaba bastante, pero una vez que quedó todo resuelto, decidí quedarme en Montevideo; mi hermano se instaló definitivamente en Tranqueras, que le encanta vivir allá; y mi papá iba y venía. Nosotros nos fuimos complementando bien y saliendo adelante. Fuimos teniendo aciertos y errores también, como todo emprendedor o pyme, pero siempre seguros de lo que queríamos. Hoy somos casi 30 personas en total. Nuestro negocio principal es el aserradero y prácticamente toda la madera la vendemos en los locales de Lezica y Sayago.


¿Qué fue lo más difícil que tuvieron que superar a nivel empresarial?


En 2018 una persona que nos robaba incendió el local de Lezica. Fue muy bravo. Por suerte no hubo heridos y, como no teníamos deudas, los proveedores enseguida nos ayudaron a volver al ruedo. Al año siguiente nos ofrecieron hacernos cargo de una barraca en Sayago, y yo le decía a uno de sus dueños: ‘¿Cómo voy a quedarme con una empresa si recién nos estamos levantando del golpe?’. Pero acepté. En febrero empezamos y, un mes después, llegó la pandemia. Al poco tiempo vino el concordato de un cliente, que nos hizo perder mucho dinero, y más tarde dos años de obras en el puente de Millán, con la calle rota y sin circulación. Pero de alguna manera fuimos saliendo, resolviendo y avanzando.


¿Cómo te sentís como jefa?


Me dicen que no parezco la jefa, que me vista de traje [risas] y yo les respondo: “Tengo que ir a sacar madera…”. Soy una persona muy mansa y me gusta que nos llevemos bien. Cuando llegué a Sayago, ya había un equipo de gente trabajando. Lo primero que hice fue preguntarles cómo trabajaban y cómo pensaban que se podían mejorar los procesos. Creo que el tema es hablar directamente, si hay algo que decir se dice, de buen modo y tratando de entender por qué las cosas se hacen de una manera y cómo podemos mejorarlas.


¿Cuál fue tu mayor desafío en este sentido?


Lo que más me costó fue delegar, dejar de hacer cosas que hacía siempre y a mi manera. Eso me ha costado, pero me fui adaptando y con los años he aprendido a delegar más. Creo que como responsables estamos para marcar el rumbo, pero todos somos el equipo. Además, aprender a delegar tiene beneficios como poder viajar con Adimau y estar tranquila de que las cosas siguen funcionando sin mí. Con el correr del tiempo hemos formado muy lindos grupos, tanto en Tranqueras como en Montevideo. Mi hermano ha hecho un muy buen trabajo con su equipo allá, donde tienen tareas difíciles propias de la actividad del aserradero. Hay empleados desde que arrancamos en 2011. En esta industria tenés que estar y trabajar a la par, y por eso creo también que delegar nos ha costado un poco, porque siempre estás en la vuelta.


¿Qué es lo que más disfrutás de tu trabajo?


Me gusta aprender de todo, desde políticas y oportunidades para el sector, hasta aspectos técnicos del manejo forestal, variantes de la madera, procesos productivos e incluso dónde y cuándo fue plantada la madera que ofrecemos. Pero si tengo que elegir, lo que más me gusta es asesorar al cliente, saber qué necesita y qué soluciones ofrecerle. Nuestros clientes son consumidores finales, barracas, carpinteros y constructoras, que es nuestro público más fuerte.


El sector se ha caracterizado por tener presencia mayormente masculina, ¿cómo es para vos ser mujer empresaria en este contexto?


En mi familia a la hora de trabajar daba igual que yo fuese mujer y mi hermano hombre, entonces no crecí con esa diferencia, trabajabas parejo, pero sé que existe y la padecen otras mujeres. Es cierto que este es un rubro masculino, pero creo que las nuevas generaciones ya saben trabajar mejor en equipos mixtos y, en lo personal, voy conociendo cada vez más mujeres que lideran empresas.


¿Por qué decidiste asociarte a Adimau?


En realidad a Adimau la seguía desde hacía tiempo. En 2019, creamos en el norte del país la Adema, Asociación de Empresarios de la Madera y Afines, para agrupar a aserraderos pymes. La realidad del sector es que hoy tenemos grandes aserraderos que exportan, pero nadie se da cuenta que hay un montón de aserraderos que cortan y abastecen al mercado local. Fui presidenta los primeros 5 años, y hoy soy secretaria en Adema y socia de Adimau. Entiendo que ambas agrupaciones compartimos algunos objetivos en común, y cada una tiene fortalezas para generar más fuerza al sector.


¿Desde qué lugar te gustaría aportar?


Creo que Adimau ha logrado una fuerte vinculación con los socios, que no es fácil de generar ni mantener en el tiempo. Por mi experiencia tengo mucho conocimiento de oportunidades que existen en el país a nivel de instituciones, del trabajo con las intendencias, y creo que la información hay que democratizarla para el desarrollo de las pymes y el bien del sector en el país. Este tiempo en Adimau conocí a mucha gente, por ejemplo, en los viajes que hicimos a Argentina y Brasil, y se va formando un lindo grupo.


¿Qué visión tenés del sector?


Yo creo que la carpintería no está vista a nivel de industria. Somos unos 140 aserraderos en el país y no hay ninguna política que incentive a la industria de la madera. Aun así, pasó a ser el primer rubro exportador. Creo que hay que abordar un combo de variantes para incentivar la industria. Primero, permitir a los empresarios acceder a créditos para invertir en tecnología. También en lo cultural, porque hay que derribar el mito de la construcción en madera como una opción para viviendas temporales, de descanso, y mostrar el trabajo excelente que hacen empresas de Adimau en Uruguay, con materia primera de primera calidad. Y también hay que abordar la educación, porque hay una alta demanda de personal pero faltan operarios que sepan trabajar las maquinarias actuales. La formación del carpintero de antes difiere mucho de lo que las empresas necesitan hoy. El incentivo a la industria tiene que ser urgente, como hay en otras áreas como el agro, para dar valor agregado a la madera. Hay falta de información sobre la calidad de maderas nacionales que tenemos, lo bien posicionados que estamos en el mundo. Creo que hay que trabajar desde las gremiales en mostrarnos para hacer avanzar la industria.


¿Qué le aconsejarías a tu yo de 20 años, cuando recién empezabas tu camino laboral?


Paciencia, ir con pausa y no encloquecerse, que todo se tiene que dar a su tiempo. Yo soy tranquila y trato de ir lo más despacio que pueda, porque si siempre estás pensando adelante, no ves el proceso, y el proceso es largo. Para mí todo lo que hemos logrado es un orgullo. Admiro a mi hermano por cómo se aplomó en Rivera, y a mi padre por su determinación y constancia, por salir todos los días a pelearla, con o sin ganas. No importa si ganás o perdés en el día, la gestión es seguir. Nos gustaría estar mejor, sí, pero tuvimos varios tropezones, mucha incertidumbre, y

acá estamos. La idea es siempre mejorar.



Septiembre 2025


 
 
 

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